miércoles, 26 de agosto de 2020

Lo que Victoria de Stefano confiesa acerca de ser escritora

 


 

En la edición Nro. 4 del desaparecido papel literario El Club de la Serpiente, Victoria de Stefano conversa sobre su actividad como escritora. En esa oportunidad, el tema de la conversación surgía de la novela Paleografías (Trazos oscuros sobre líneas borrosas), donde el oficio del escritor y del pintor tiene lugar en el devenir del personaje central Augusto.        

Hoy día, interesa reproducir tal conversación por la vigencia que tienen las palabras de Victoria de Stefano sobre temas como los escritores de culto, la desavenencia del sujeto frente al acto de creación, el lugar del escritor, entre otros temas. A esto habría que añadir el vigor y la sublimidad de la narrativa de Stefano, pues ambas propiedades discursivas inducen a releer sus historias, porque  hacen que éstas dejen una huella en nuestra memoria.    

 

Por Jessica Labrador

¿Cómo define el concepto “escritores de culto”?

 No hay mucho que definir. El término se ha impuesto para designar a aquellos autores que no poseen una comunidad de lectores muy amplia pero sí bastante fervorosa, esa comunidad de lectores está formada por lectores y sobre todo escritores de generaciones más jóvenes, para quienes son guía, faro y modelo. Hay autores de culto que con el tiempo pasan a consagrados y de consagrados a clásicos. Pero también los hay efímeros. Lo son por un tiempo y después desaparecen, terminan por perder su audiencia: el “gusto”. Los paradigmas de lectura pueden ser caprichosos, a la vez que implacables, en sus preferencias y borrones. Por otra parte, todo escritor tiene sus autores de culto, sean estos ya consagrados o clásicos. Baudelaire tenía en su altar a Edgar Alan Poe y De Quincey. Para nosotros en las últimas décadas Ramos Sucre es el epítome del escritor de culto, tuvieron que pasar años para que llegara a ser reconocido. No cuenta con el favor de un gran círculo de lectores, pero sus lectores le son fieles.

¿Ha sentido alguna vez que su energía y creatividad se desvanecen en el acto de la escritura?

Por supuesto, no a causa del acto de escritura. Más bien antes o después de la escritura. Somos seres orgánicos, como tales no poseemos una energía creativa permanente. Sin contar con que como seres orgánicos y mundanos, padecemos el cansancio, el desgaste, el envejecimiento.

¿Cómo nos explicaría el juego entre paleografía, pintura y escritura?

Es una pregunta dificilísima de responder. Necesité más de trescientas cuartillas para sugerir sus vínculos. No sé si lo conseguí, y tampoco sé si fue eso lo que me propuse. Un escritor no escribe con un plan ni un proyecto deliberado, al menos yo no escribo así, y por los testimonios de otros escritores sé que el proceso es, con pocas variantes, el mismo para todos. Se parte de un estado de percepción confuso y borroso, al que Juan José Saer llama muy certeramente estado prenarrativo. Las nieblas se van despejando poco a poco. De un modo algo más intuitivo, pero nunca del todo consciente, uno va siguiendo y materializando, a través de la puesta en escena de personajes y situaciones, el sentido (metafórico, alegórico, simbólico) que emana de la propia incipiente y balbuciente escritura.  Ese sentido que se va gestando, construyendo poco a poco, es el que dicta las pautas estructurales e imaginativas de la novela: en la composición de la novela los elementos intencionales, deliberados, son los últimos en aparecer, y representan lo más personal del escritor, algo como su firma, su sello autoral.

Por otra parte, el escritor trabaja sin evidencias, escribe desde la incertidumbre. Más certidumbres pueden llegar a tener los lectores, que tienen ante sí el diseño de cuerpo entero de la novela ya formada y liberada de escorias y vacilaciones, que el mismo escritor que posee el texto.

Si de alguna manera más concreta puedo responder a esta pregunta, es haciendo un poco de historia. Desde el principio pensé en un pintor. En Pedir demasiado −también en Lluvia había chispazos y reflexiones sobre el arte pictórico e incluso en La noche llama a la noche− tenía un personaje que pintaba y dibujaba, entonces sentí el impulso, la necesidad de retomar ese hilo, ese cabo suelto que venía de muy atrás. Siempre he sentido  fascinación por la pintura, una de las cosas que más lamento es no haber viajado lo bastante como para conocer museos, ir a exposiciones, contemplar obras y más obras. Para mí es un enigma el acto de composición y creación de un pintor ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo funciona su cerebro, su imaginación, sus referencias culturales, su sensibilidad? ¿Cómo sale todo ese mundo de formas y colores de su cabeza, cómo se vuelca hacia el exterior? Aún no alcanzo a comprenderlo de un todo, sin embargo, intenté explorar a Augusto a partir de los pintores, de sus obras, de sus personalidades, de los que ellos escriben, dicen de su oficio, de su arte. Leí una infinidad de diarios, cartas, escritos de pintores y estudios sobre pintores. La escritura y la pintura parten de una matriz gráfica, de unos medios de expresión, de unos signos: lenguaje literario; lenguaje plástico. Hubo en la historia del arte, antes de que éstas se establecieran como campos autónomos, una aspiración: Ut pictura poiesis. “La poesía como la pintura”. Es decir, pintar con palabras. En cuanto a Paleografías, el subtítulo lo dice: “trazos oscuros sobre líneas borrosas”. Algo así como un reescribir por actos de la memoria y del recuerdo, volver al pasado, hacer una suerte de balance, de hermenéutica existencial, es lo que pretende Augusto y con él el narrador que lo mimetiza y lo acompaña en su vuelta al pasado desde el signo oscuro de la crisis y de la depresión.

¿Cuál de sus historias le ha llevado más tiempo escribir ?

Las historias de la marcha a pie, porque creo que fue mi reto más ambicioso. También porque fue la primera novela que escribí (no sé si decir en o con) la computadora. Así que me permitió disfrutar y explorar las posibilidades del “cursor”, versionando, interviniendo,  reformulando,  agregando, limpiando, cargando la memoria, la mía y la del disco duro simultáneamente. Además, debo decir que fue escrita inmediatamente después de mi jubilación. Entonces, libre de las premuras de dar y preparar clases, ambas cosas consumen mucha energía, la jubilación me proporcionó un discurrir temporal más amplio, más lento, mayores posibilidades de concentrar y expandir el trabajo.

¿Cuál es su punto de vista sobre “la belleza” dentro de la obra literaria?

Belleza es un término muy ambiguo y determinado históricamente. No existe un canon intemporal de belleza. La belleza, si es que tuviéramos que hablar de belleza, de las obras literarias está en las emociones que despierta, en las reflexiones, en los saberes renovados que suscita, en lo que  sus imágenes y su escritura, sea en prosa o en poesía, nos revelan de circunstancias aún por explorar. En la literatura la belleza (que se remite al placer real, efectivo, comprobado de leer) está ligada, como diría Barthes: “a la infinitud del actuar de sus signos”.

Hay libros muy tristes y también trágicos que no por eso dejamos de leer, que no apartamos de nuestra vista ¿Puede haber libros más terribles que los de Kafka, El castillo, La metamorfosis? Y, sin embargo...

¿Qué libros han cambiado su vida?

No creo que los libros cambien nuestra vida, la vida es muy compleja en experiencias y recorrido, sus crisis, que pueden ser históricas, sociales y traducirse en conflictos existenciales, están marcadas por acontecimientos que no dependen de nosotros, cuyas causas son externas, como decir: “ajenas a nuestra voluntad”. Sin duda, los libros, los autores influyen, y no en poca medida, en los escritores y también en lectores que no necesariamente son escritores. Pero en una larga vida ¿cuántos libros no se han leído, no se leen, se siguen leyendo con pasión y deslumbramiento? Además, con la edad van cambiando las lecturas. De jóvenes nos fascinamos con libros que más tarde no entendemos cómo nos impresionaron tanto. O desechamos lecturas que pasado el tiempo nos sorprendemos de haberlas ignorado. De adultos  ¿cuántos viejos y nuevos escritores no empezamos a descubrir? Mientras estamos vivos y con nuestras facultades despiertas siempre estaremos ávidos de más saber y mejor leer.

¿Cuál de sus libros le gustaría re-escribir ?

Ninguno. Cuando mi primera novela El desolvido fue reeditada tuve la oportunidad de hacer algunos cambios y no los hice. Apenas algunas -muy pocas- correcciones, un punto, una coma, una palabra, una frase que podía resultar más clara. Hacer cambios mayores me parecía tramposo, algo así como censurar y hermosear a la escritora más joven y más torpe, en el sentido del oficio, que fui.

¿Qué escritor “poco conocido” recomendaría para su divulgación?

No me siento capacitada para responder a esa pregunta. Creo que es una pregunta más para archiveros, críticos e historiadores de la literatura venezolana. Cuando Jesús Sanoja Hernández, gran conocedor de la literatura y de la historia grande y menuda del país, escribió sobre, los que él llamó, “Los imprescindibles”; estableció el catálogo de lo que de toda necesidad debíamos leer y estudiar. Creo que alguien como Carlos Sandoval, otro investigador acucioso de la literatura venezolana, podría continuar esa tarea fundacional.

¿Qué libro,o libros, de la literatura venezolana amerita una reedición a mediano plazo?

Todos los autores venezolanos ameritan una segunda edición, que, por otra parte, pocos tienen. Las generaciones van pasando, las ediciones agotándose, y las nuevas generaciones –de escritores, críticos, estudiosos, lectores− no sólo tienen derecho, sino también necesidad de leer, formarse y confrontarse con su tradición literaria. Podría dar un ejemplo, a mí me gustaría volver a leer En esta tierra de gracia de Isaac Pardo, porque cuando leí su ensayo hace muchos años me causó una honda impresión. Por lo que sé, la última edición es de 1984, de Monte Ávila Editores, con prólogo de Miguel Ángel Asturias ¿Habrá algún proyecto de edición de la obra de Isaac Pardo en la Biblioteca Ayacucho? No lo sé, no tengo noticias. Podría leerlo en una biblioteca, pero nosotros, por desgracia, no tenemos, al menos yo no lo tengo, el hábito de leer en bibliotecas públicas.

¿Cuál es el lugar del escritor?

Su espacio físico, por pequeño, precario y modesto que sea, y su mucho más amplio espacio interior. Como ciudadanos, que también los escritores lo son, un espacio cívico donde ejercer su libertad, y no tan sólo “de expresión”, porque la libertad va más allá de eso.

1 comentario:

  1. MUY INTERESANTE LA ENTREVISTA, ME GUSTARÍA LEER SUS LIBROS, EL MUNDO DEL ESCRITOR ES MUY COMPLEJO Y EN LA MAYORÍA DE LOS CASOS INGRATO.

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